jueves, 14 de octubre de 2010

Perturbar en los espacios


Mario Lungo fue un perturbador. Lo sabía. Él sabía que los arquitectos, los ingenieros, los planificadores urbanos y todos los que construyen en el espacio no solo lo transforman físicamente. Él sabía que, sobre todo, transforman la experiencia de quienes vivimos en ellos.

Este fin de semana vi una película que hubiera querido ver con él. En Play Time, de Jacques Tati (1968), un maravilloso Monsieur Hulot nos cautiva con lo paradójica y absurda que puede llegar a ser la experiencia urbana moderna. Laberintos, juego de espejos, el individuo y la multitud, lo deslumbrante y lo inacabado... una escena tras otra nos muestra qué tanto pueden perturbar los espacios.

La experiencia de estar en un laberinto la tuve la primera vez que fui a Multiplaza, en San Salvador. También, chocar con una puerta de vidrio sin ninguna mancha y hacerla estallar en mil pedacitos le pasó a un amigo en otro centro comercial. Ser confundido o confundir a un cliente con un vendedor en una exposición o tienda es una experiencia común. He escuchado historias de gente que le habla a los sanitarios, lavamanos o secadores de mano automáticos. Como dijo Tati en una entrevista, todos llevamos un comediante dentro y si nos movemos en el cambiante escenario urbano las situaciones absurdas e inverosímiles se vuelven cotidianas.

Como Tati, Mario no fue pesimista. Fue sumamente crítico con el afán modernizante de los urbanistas. Con Tati esa crítica se vuelve ironía y recuperamos lo que de humanos podemos inyectarle a esos espacios automatizados y perturbadores. No se pierdan Play Time para descubrir cuánto de esos absurdos seguimos viviendo en las ciudades y edificios de hoy.