jueves, 19 de agosto de 2010

Un jueguito, por favor


Aldito tiene 3 años y Natalie 8. Son los hijos de unos amigos. Ellos están en las reuniones de amigos en los que los adultos somos la evidente mayoría. En las reuniones pensamos en nosotros, los adultos. No es que seamos fríos. Sencillamente son ritmos e intereses distintos. Los game-boy (juegos de video portátiles) son de gran ayuda para los adultos que mantiene a los niños entretenidos en su mundo paralelo.

Además de los videojuegos portátiles, son de gran utilidad los juegos de video de consola, del que algún amigo adulto también disfruta y a petición de Aldito suele jugarse de vez en cuando. Si lo que los adultos necesitamos es que ellos se las arreglen solos, no hay mejores aliados que You Tube, el portal de videos en el que pueden encontrar videos de películas o caricaturas que disfrutan. Cómo olvidar, en el repertorio de entretenimientos actuales, los sitios de juegos en internet como nickelodeon (http://www.nick.com) o el sitio de Disney (http://home.disneylatino.com).

En las reuniones, de vez en cuando alguno se sienta a la par de los niños e intenta entrar momentáneamente a ese mundo en el que ellos están hipnotizados, para tranquilidad de los demás que seguimos en conversaciones, cuentos y risas. Ese que se sienta con ellos nos alerta a los demás de algún descubrimiento que ha hecho sobre la habilidad con la que los niños se mueven en los mundos tecnológicos.

La destreza con la que Aldito y Natalie se mueven y usan las tecnologías no deja de maravillarnos. Son ellos quienes nos explican cómo entrar a los sitios y cómo superar las pruebas moviendo de manera precisa y eficiente los recursos que los juegos tienen y el cuerpo. La torpeza es mayor entre quienes tienen más años. El desconocimiento y el miedo a estas nuevas maneras de jugar y aprender establece una brecha, por ejemplo, entre los niños y los abuelos.

Con Natalie y Aldito compruebo aquello que la antropóloga Margaret Mead (1970) dijo ya hace unas cuantas décadas: los niños y jóvenes educan, cada vez con más competencia, a los adultos. Ojalá que estemos a la altura de esas nuevas maneras de aprender. Ojalá que en esos espacios donde los adultos somos mayoría, la habilidad de los niños de manejarse en los mundos tecnológicos vaya más allá de una estrategia para mantenerlos entretenidos y podamos aprender juntos en un mundo cada vez más complejo.

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