viernes, 23 de julio de 2010
Sabores, aromas y nostalgias
Rubén es matemático. El pensamiento lógico, los datos objetivos que sustentan las afirmaciones y los distintos métodos estadísticos han sido sus herramientas para entender el mundo. Con él estoy compartiendo mi vida y el asombro con el que los dos estamos descubriendo nuevos mundos. Muchos de esos descubrimientos no siguen las reglas del silogismo a las que Rubén estaba acostumbrado. El mercado nostálgico, del que yo le había hablado por los trabajos de amigos y colegas salvadoreños sobre la diáspora salvadoreña y de la migración en general, era uno de esos temas que me escuchaba con incredulidad.
Rubén es cubano. Salió de Cuba hace 7 años. Vivió 4 años en Guatemala en donde se acostumbró y disfrutó de la comida, de las celebraciones familiares y de amigos salvadoreños y guatemaltecos. Los últimos 3 años ha vivido en la Florida y la mayoría de sus amigos son cubanos. Con ellos, los sabores de la isla han regresado a nuestra mesa. Un día nos ofrecieron café cubano. Mientras lo tomábamos, Rubén dijo emocionado que era igualito al que tomaba en su casa. Empezaron a salir distintas historias y recuerdos relacionados con el café cubano. Un amigo contó que su abuela vendió café en Cuba. Por ella supo que el café cubano se hacía mezclando un tanto de café con un tanto de chícharos (garbanzos). El café que ella preparaba era el más famoso del barrio. Agradecida con sus clientes, un día su abuela decidió ponerle menos chícharos a la mezcla, para que la gente disfrutara un mejor café. La gente notó el cambio, pero se molestaron. El reclamo fue que ese día se le había pasado la mano con los chícharos, que si seguía así iban a dejar de comprarle su café. La abuela no quería molestar a sus clientes, siguió haciendo el café según la costumbre. La anécdota pasó desapercibida entre los que estábamos allí. Solo el que hizo el cuento y yo nos reímos.
Cuando fuimos al supermercado esa semana, Rubén buscó la marca del café cubano que tomamos en casa de los amigos. Lo tomábamos todos los días por la mañana hasta que fuimos a un lugar en el que venden café de distinto tipo y procedencias. Stardust es un sitio alternativo a la transnacional Starbucks. Mientras yo saboreaba el café, Rubén transformaba su rostro en uno cada vez más desiludionado. Él rompió el silencio y dijo: Caí en el segmento del mercado nostálgico. Qué sabor a chícharo tiene el café cubano!
Desde ese día, Rubén acepta que el café, y muchas otras cosas, es más que un producto de catálogo y mucho más de lo que dicen los expertos sobre el buen café. Hay muchas historias que se relacionan con los distintos tipos de café. Historias personales, historias económicas, historias nacionales... pero sobre todo acepta que ese mercado que llaman nostálgico no es solo producto del marketing y la publicidad.
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jueves, 15 de julio de 2010
La salvadoreña que traiga la ensalada
Nunca me gustó la cocina y en casa no aprendí a cocinar. Quizás porque a mi madre tampoco le gustaba. Quizás porque mi tía abuela respetaba mi deseo de no cocinar y ese era su territorio. No sé. Crecí disfrutando las horas de comida porque en la mesa era donde con la familia o con los amigos hablábamos de la vida. Fuera del país, con los amigos de distintos países como familia ampliada sustituta, no saber cocinar me apena un poco. En casa no hay problema porque sigo el consejo de mi madre: busco recetas en internet. Todo se complica cuando nos reunimos y los amigos piden llevar platos de cada país.
Uno de los amigos más cercanos llegó a cenar a casa unas semanas después que empecé mi vida en esta ciudad. Él es cubano. La cocina cubana me gusta. Disfruto mucho los potajes, la sazón que le dan a los picadillos de carne, el sabor del ajo en muchas de sus comidas. Esa noche no taníamos nada especial para la cena: pescado frito, yuca al mojo y ensalada. Después de comer nuestro amigo dijo que esa ensalada le había encantado. El tema pasó inadvertido hasta que fuimos a una comida en la que había más amigos cubanos. Lo primero que me preguntaron fue por la maravillosa ensalada salvadoreña que había comido nuestro amigo en casa. La pregunta me sorprendió. Primero, no entendí de qué ensalada hablaban. Después pensé que era un sarcasmo. Esa sospecha que a veces me invade que un cumplido (sobre todo a lo que yo hago en la cocina) no puede ser otra cosa que sarcasmo. Cuando me convencí que realmente querían saber cómo la había hecho solo acerté a decir que había picado (en trocitos) tomate, pepino, zanahoria y que lo había aliñado con aceite de oliva, sal y limón. Les aclaré que no era una ensalada salvadoreña. No entendía a qué se referían con eso. Les conté que así picábamos la ensalada cuando nos reuníamos con mis amigas.
Unas semanas después hicimos otra comida de amigos. Yo llevé la ensalada, tal como me lo habían pedido. Había otros cubanos. Cuando presentaron la ensalada como "la ensalada salvadoreña", me sonrojé e intenté aclarar que realmente no tenía denominación de origen. No pude. Se me adelantó una chica y dijo: "es cierto, ellos pican así las cosas. Yo conozco una salvadoreña que pica el tomate así con cebolla y algo más. Es delicioso". Me dejaron muda. Reconocí que sí comemos el chirmol, pero que no solo lo hacíamos nosotros. Les hablé de México, de Guatemala, de Nicaragua. Aceptaron mi puesta en contexto esa noche, pero otro día, con otros amigos se repitió la historia.
La ensalada salvadoreña les gusta. Les parece increíble la paciencia que tenemos para picar tanta cosa. Siempre explico que no tenemos el monopolio de esa ensalada, pero he empezado a reconocerme en ella como salvadoreña. Cuando la preparo recuerdo el chirmol para el asado con los amigos, las salidas a comer tacos, las escapadas a la playa con nuestros cocteles de conchas y la Pilsener o la Suprema. Cuando pico las cosas para la ensada salvadoreña no cocino, recuerdo y sonrío.
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miércoles, 7 de julio de 2010
Ventanas para mirar Nigeria
Cada quien en lo suyo y mejor no cruzar las miradas para no incomodar a quien por casualidad nos cruzamos de la casa al coche. Ese podría ser un buen consejo para quien viene a vivir a Estados Unidos. Para los turistas y las miradas curiosas hay lugares específicos, pero no los barrios y las calles que la gente camina todos los días en la rutina cotidiana. Por eso, mi vecina nigeriana sigue sorprendiéndome. Tiene unos treinta años y diez de vivir en los Estados Unidos. Ella y su familia fueron, al inicio, prudentemente amigables. Antes de conocerla, de Nigeria solo sabía que estaba en la parte occidental de Africa y que desde 1994 su selección ha participado en el Mundial de Fútbol. Con su padre, arqueólogo y profesor de una universidad en el sur de Nigeria, cruzamos algún saludo mientras estuvo de visita. Tocó nuestro apartamento para despedirse y nos pidió estar atento de sus hijas, sobre todo de la menor que estaba embarazada. Eso marcó un lazo solidario que en el transcurso de los días se ha ido estrechando.
Los lugares se conocen a través de rostros concretos. Más allá del mapa mundi y de la tarea de memorizar las capitales del mundo, los países y sus culturas nos llegan a través de quienes nos permiten conocerlas y aprenderlas poco a poco. Por mi vecina supe que Nigeria es el país más poblado de Africa. El gobierno británico le concedió su independencia en 1960. Gobiernos militares, dictaduras y frágiles procesos democráticos se han sucedido en los últimos 50 años. Esta convulsión política no ha evitado una intensa producción cultural.
Nigeria es la segunda industria cinematográfica del mundo: Nollywood. Su principal mercado son los migrantes nigerianos radicados especialmente en Europa. La distribución de las películas se hace através de redes informales. Mi vecina nos prestó "Yellow fever. Back to Land", una sátira política en la que la corrupción policial, el clientelismo, las relaciones familiares y comunitarias se van dibujando con pinceladas de fuerte histrionismo y socialrealismo.
La música africana siempre me ha gustado. Artistas como Angelique Kidjo (Benín) o Wasis Diop (Senegal) han sido mis preferidos. Gracias a mi vecina ahora conozco a King Sunny Adé. En 1998 fue nominado a un premio Grammy. La música, me dice mi vecina, como las lenguas, son propias de los múltiples grupos étnicos de Nigeria. Tienen sus propias técnicas, instrumentos y canciones. Hay más de 250 grupos lingüísticos y étnicos en Nigeria.
La Nigeria moderna fue eminentemente agrícola hasta que en los años de 1960 encontraron petróleo y gas natural. Esto aceleró un proceso de industrialización que ha ido profundizando la brecha socioeconómica entre los que pueden integrarse en la industria y los que no. También se han generado nuevos y violentos conflictos. El papá de nuestra vecina, junto a otros colegas en la universidad en la que trabaja, está buscando formas de paliar las consecuencias geológicas que la extracción acelerada de petróleo está provocando. Parece una gota en el oceano. No hay certezas. Más que respuestas surgen nuevas preguntas por el papel de los recursos naturales de Nigeria en esta economía global, tan dependiente a las fuentes de energía petrolera.
Hasta ahora, esas han sido mis ventanas para mirar Nigeria. Estoy segura que con mis vecinas iré acercándome a la literatura, a la cocina, a la artesanía, a la sabiduría popular ... Con ellas iré entendiendo eso que llaman interculturalidad.
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martes, 6 de julio de 2010
Sobre la eficacia china
Por primera vez estuve en la celebración de la independencia de Estados Unidos. 4 de julio. Como es costumbre, me dicen, lo celebré en una barbacoa con unos conocidos. En la celebración había cubanos, franceses, indios, estadounidenses (los menos) y yo: salvadoreña. Entre las conversaciones de sobre-mesa, alguien preguntó por China. Ese país gigante que lleva cientos de años maravillando y asustando a Occidente.
Qué nos hace tan diferentes? Preguntaba el que no alcanzaba a entender cómo ellos seguían en la ruta de su crecimiento económico en medio de una profunda crisis económica de la que los expertos no terminan de predecir su fin. Yo recordé esos maravillosos reportajes sobre la Ruta de la Seda; la película Hero (Yimou Zhang, 2002); la música de Zhou Yu y Li He; pero sobre todo recordé ese pequeño y fascinante libro de François Jullien "Conferencia sobre la eficacia" (2007, Katz).
Mi inglés aún es bien pobre, pero acerté a garabatear algunas cosas sobre la influencia que por cientos de años ha tenido China en nuestra cultura occidental. El comercio, la culinaria, la estética... son diversos los lugares de nuestra cultura que tienen una huella china. Pero, quizás, lo más fascinante para mi sigue siendo ese descubrimiento que hace Jullien sobre el concepto de eficacia. Al momento de responder me quedé corta, porque no alcancé a organizar tantas ideas sugerentes de ese pequeño ensayo. En Europa, dice Jullien, la eficacia es la ruta más corta para alcanzar un objetivo deseado. En China, la eficacia es indirecta. Hay que buscar en la situación misma las condiciones que permitan el efecto deseado. El efecto no es algo que se obtendrá de la noche a la mañana. Será el producto de una acción que potencie la situación. Se induce una transformación silenciosa que a menudo carece de acontecimiento.
Recomiendo la lectura de este pequeño libro y lo que puedan encontrar de François Jullien. Eso fue lo que hice a quien preguntó por las grandes diferencias entre China y Occidente, en un asado de día de la independencia. Lo que me recuerda que habría que discutir seriamente el sentido de esas celebraciones en un mundo cada vez más interdependiente.
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Miradas peregrinas
Ocho meses. Llevo ocho meses en esta ciudad que no es la mía. Siempre he sido un poco nómada. En cada viaje salía con la certeza de regresar a mi casa. Desde hace ocho meses no estoy en mi casa, ni en mi ciudad, ni en mi país. Muchas cosas han pasado en estos meses. Intentaré desde hoy escribir esta bitácora-testigo con las miradas y relatos que están dando sentido cotidiano a mis días.
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