jueves, 15 de julio de 2010

La salvadoreña que traiga la ensalada


Nunca me gustó la cocina y en casa no aprendí a cocinar. Quizás porque a mi madre tampoco le gustaba. Quizás porque mi tía abuela respetaba mi deseo de no cocinar y ese era su territorio. No sé. Crecí disfrutando las horas de comida porque en la mesa era donde con la familia o con los amigos hablábamos de la vida. Fuera del país, con los amigos de distintos países como familia ampliada sustituta, no saber cocinar me apena un poco. En casa no hay problema porque sigo el consejo de mi madre: busco recetas en internet. Todo se complica cuando nos reunimos y los amigos piden llevar platos de cada país.

Uno de los amigos más cercanos llegó a cenar a casa unas semanas después que empecé mi vida en esta ciudad. Él es cubano. La cocina cubana me gusta. Disfruto mucho los potajes, la sazón que le dan a los picadillos de carne, el sabor del ajo en muchas de sus comidas. Esa noche no taníamos nada especial para la cena: pescado frito, yuca al mojo y ensalada. Después de comer nuestro amigo dijo que esa ensalada le había encantado. El tema pasó inadvertido hasta que fuimos a una comida en la que había más amigos cubanos. Lo primero que me preguntaron fue por la maravillosa ensalada salvadoreña que había comido nuestro amigo en casa. La pregunta me sorprendió. Primero, no entendí de qué ensalada hablaban. Después pensé que era un sarcasmo. Esa sospecha que a veces me invade que un cumplido (sobre todo a lo que yo hago en la cocina) no puede ser otra cosa que sarcasmo. Cuando me convencí que realmente querían saber cómo la había hecho solo acerté a decir que había picado (en trocitos) tomate, pepino, zanahoria y que lo había aliñado con aceite de oliva, sal y limón. Les aclaré que no era una ensalada salvadoreña. No entendía a qué se referían con eso. Les conté que así picábamos la ensalada cuando nos reuníamos con mis amigas.

Unas semanas después hicimos otra comida de amigos. Yo llevé la ensalada, tal como me lo habían pedido. Había otros cubanos. Cuando presentaron la ensalada como "la ensalada salvadoreña", me sonrojé e intenté aclarar que realmente no tenía denominación de origen. No pude. Se me adelantó una chica y dijo: "es cierto, ellos pican así las cosas. Yo conozco una salvadoreña que pica el tomate así con cebolla y algo más. Es delicioso". Me dejaron muda. Reconocí que sí comemos el chirmol, pero que no solo lo hacíamos nosotros. Les hablé de México, de Guatemala, de Nicaragua. Aceptaron mi puesta en contexto esa noche, pero otro día, con otros amigos se repitió la historia.

La ensalada salvadoreña les gusta. Les parece increíble la paciencia que tenemos para picar tanta cosa. Siempre explico que no tenemos el monopolio de esa ensalada, pero he empezado a reconocerme en ella como salvadoreña. Cuando la preparo recuerdo el chirmol para el asado con los amigos, las salidas a comer tacos, las escapadas a la playa con nuestros cocteles de conchas y la Pilsener o la Suprema. Cuando pico las cosas para la ensada salvadoreña no cocino, recuerdo y sonrío.

3 comentarios:

  1. Bello texto amiga. Gracias, en esa ensalada vamos con vos!

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  2. jejejej... bello rox... me acordo a la Chita y su posesion(asi se escribe??) con la cocina de la casa y el no querer dejar a nadie mas cocinar!! y mire q ud si q no cocinaba!! al menos yo mis huevos revueltos con tomate y cebolla picada me hacia!!! jijijij

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